Cuando un ser querido muere, comienza a vivir en nuestros corazones

Hay gente que no debieran irse y nos duele y nos parece injusto, seguir nosotros viviendo, mientras que a ellos se los lleva la muerte.
Hay gente que por sus virtudes y acciones, quisiéramos que se les dé, por no decir eterna, una doble o triple vida, porque se lo merecen.
Pero no pasa así en la realidad.
Y todos nos preguntamos lo mismo: ¿La gente buena no debería vivir más...?
Pero la vida y el destino, parece que no piensan igual.
Pero morir no significa irse para siempre, solo significa descansar en paz.
Y cuando el sufrimiento es inevitable, morir es una bendición de Dios, es lo mejor que nos puede pasar.
Por eso cuando un ser querido muere, no significa que se vaya para siempre, porque entonces es que comienza a vivir eternamente, en nuestros recuerdos y nuestros corazones.

Cuando alguien que forma parte de nuestra vida muere, siempre queda el sentimiento de una injusticia y hasta a veces preferimos si se pudiera, cambiar de lugar.
Cuando alguien que estimamos, parte al viaje sin retorno de la muerte, siempre queda el dolor de una pérdida que nada podrá cubrir, ni rellenar.
Pero la vida es así: dura, injusta, imposible de prever, ni de alterar.
Y la muerte es así: cruel, inevitable, impredecible y traicionera.
Solo nos queda guardar esa persona que se fue en nuestros recuerdos y abrirles el corazón a las otras que vienen atrás.
Porque el amor siempre queda, nada, ni siquiera la muerte, se lo puede llevar.
Es la ley de la vida.